El acertijo

LO QUE yo he necesitado para llegar a esta edad provecta (qué gracioso adjetivo) ha sido respirar la verdad, moverme entre certezas, despreciar la mentira por hermosa que fuera... Desafío a que me contradiga quien me conozca o me haya leído. Tal es la causa de que, al no mentir, me haya perfeccionado por el uso. Hasta este momento, en que habito una España descompuesta y respiro un aire absolutamente lleno de farsas y de engaños. Ante tal panorama, me he obligado a no escribir mi autobiografía, que hubiese escandalizado no por su contenido, sino por su pura verdad, y a desesperar de que me quede aún tiempo para volver a respirar a gusto, para escuchar una confesión de los más partidarios de uno u otro lado político, que sólo dicen la verdad cuando se insultan con intensidad recíproca. La campaña electoral de 2007 vaticinaba la de 2011. Un pueblo no puede sobrevivir entre permanentes farsas: promesas falaces, resultados mendaces, asociaciones y sindicatos y polémicas fingidos, currículos inventados, corrupciones oscurecidas, recursos imaginarios, argumentos embusteros para oponerse a otros argumentos no menos embusteros... Ya no sé si hasta las decepciones de la actual política son ficticias. Vivimos en un acertijo sin solución posible.